martes, 27 de septiembre de 2011

Rosell vs Laporta, una batalla de egos

No es que la paciencia de Guardiola se esté acabando, sino que Rosell no ha sido prudente desde que asumió la presidencia del Barcelona. De la boca del presidente han salido manzanas envenenas contra la anterior Junta, dirigidas en su mayoría a Joan Laporta y a algunos miembros que conformaron su gabinete, a quienes acusa de dejar las arcas del club vacías y en números rojos, por lo que ahora enfrentan un proceso judicial que puede acabar con el embargo de inmuebles de los presuntos culpables.

La batalla que protagonizan Rosell y Laporta viene desde hace ya varios años atrás. Todo se remonta al año 2003, cuando el actual presidente del Barcelona consideró que era el momento oportuno para apostar por un Barça ganador, de tal forma que se convirtió en un pilar fundamental de la candidatura que encabezó Joan Laporta rumbo al sillón presidencial.

Las urnas le dieron la razón. Laporta se convertía en el nuevo presidente del club y Rosell en su nuevo vicepresidente. Al poco tiempo, Rosell conseguiría que Ronaldinho llegara al club. Laporta veía como su proyecto comenzaba a caminar con paso firme. La llegada del brasileño auguraba tiempos de cosecha para el conjunto azulgrana.

Sin embargo, las diferencias comenzaron a aflorar poco tiempo después. Rosell no veía con buenos ojos que Laporta utilizara al club como un trampolín para llegar al terreno de la política.

La dimisión de Rosell

El ruido fue en aumento hasta que se hizo inaudito. En 2005 Rosell abandonaba la Junta Directiva junto con otros cuatro directivos “por coherencia y moral” ya que, según aseguró años después el propio Sandro, para ese entonces Laporta ya no era el mismo que hacía dos años, y en la Junta se habían deteriorado valores como la democracia, la transparencia o el trabajo en equipo a favor del autoritarismo, la opacidad y la ambición de poder.

Laporta tenía otra visión del conflicto. En su libro “Un sueño para mis hijos”, de Angle Editorial, acusa a Rosell de comisionista, en concreto de haber querido forzar la marcha de Ronaldinho al Chelsea en 2004 por 100 millones de euros con una comisión del 10% que se repartirían entre los dos, lo cual, según el propio Laporta, fue una actitud que le indignó profundamente.

Ese era el comienzo de una larga batalla de egos, pero no la última. En 2008, el Barcelona no pasaba por un buen momento, las críticas en el plano deportivo iban en aumento. Era uno de los peores momentos que Laporta afrontaba como presidente. Muchos aficionados pedían su dimisión, pero no fue hasta el 7 de mayo, durante el Clásico, donde Joan fue duramente derrotado, pues se había aprobado una moción de censura en su contra.

Eso ocasionó que Laporta fuera cuestionado en las urnas. De haber perdido, hubiera tenido que adelantar elecciones y dejar el sillón presidencial, pero no fue así, y con un margen un tanto ajustado, logró ganar la votación y así seguir al frente del club hasta el final de su mandato.

La confianza de Laporta en Guardiola

Rosell no perdió la oportunidad de mostrarse públicamente contra Laporta, lo que empeoró aún más su relación. No obstante, y tras cinco años en el banquillo, Laporta decidió rescindir el contrato de Rijkaard, y contra todo pronóstico, y a pesar de las críticas, apostó por un hombre de la casa pero sin experiencia ni currículum, Pep Guardiola.

Desde ese momento, Guardiola nunca olvidaría el gesto de Laporta de nombrarlo entrenador del primer equipo. La jugada le salió redonda, ya que desde que el ‘filósofo’ asumió el cargo, el Barcelona sólo se dedicó a coleccionar títulos.

Pero llegaría el final de su ciclo presidencial, y con él, llegaría Rosell para cobrar venganza. Desde que el nuevo presidente asumió el cargo, Laporta no ha podido dormir. Le ha acusado de robarse dinero, de malgastar los billetes del club, de la pésima situación económica y de haber nombrado a Cruyff miembro de honor sin la aprobación de los socios.

Fue entonces cuando Guardiola salió al paso, más con la intensión de evitar un incendio dentro del club, que para defender a Laporta, y le pidió a Rosell y a su Junta Directiva que evitaran hablar de aspectos extradeportivos para no enturbiar los méritos deportivos que habían posicionado al club como el mejor del mundo y evitar que los jugadores se distrajeran con las negativas notas que se publicaban en los medios de comunicación.

Rosell deja de consentir a Pep

Rosell no hizo casó y continuó alimentando la hoguera. Pero además, dejó de consentir alguno de los caprichos de Pep. Vendió a Chigrinsky sin el consentimiento del técnico. Desestimó el fichaje de Cesc en su primer año a pesar del visto bueno de Guardiola. Pronosticó un 5-0 frente al Madrid que el de Santpedor lo consideró como algo imprudente. A Cruyff lo acusó desde hace años de manipular a Laporta y al club, y en su nueva etapa cuestionó la mención de honor que le hizo el Barcelona al holandés debido a que no fue bajo la aprobación de los socios. Y por si fuera poco, exhibió a Guardiola al asegurar que la 'operación Ibrahimovic' ha sido la peor de la historia del club.

Todo esto ha colmado la paciencia de Guardiola, que ahora defiende abiertamente la confianza que en su día le otorgó Laporta y critica las formas de Rosell. El distanciamiento entre técnico y presidente es evidente, pero la relación tampoco está rota. Hay que acentuar que las declaraciones del técnico en defensa de Joan, se dieron después de avalar y fortalecer la campaña de Rosell para que se aprobara lo del patrocinio de Qatar Foundation.

Pep no ha logrado apagar el fuego entre ambos mandatarios que ahora amenaza con quemar el club. Laporta hizo cosas maravillosas, le dio al club muchas alegrías y dejó un equipo con futuro. También lo acercó al abismo económico. Pero el club que desea Guardiola lo retrata la foto de este artículo, en donde dos presidentes, con estilos muy distintos, unidos por él, ponen la opinión de la masa social del club por encima de la rendición de cuentas. Y lo que quieren los socios es seguir ganando con o sin Laporta, y con o sin Rosell.

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