viernes, 11 de febrero de 2011

La cámara de hipoxia de Raúl


A partir de que Raúl González le sacó al Bernabéu sus primeras exaltaciones, reprimiendo a su vez esa rara actitud del público que asiste al feudo blanco, más parecido al gustoso de la ópera que al del fútbol por su alto nivel de exigencia y su escasa capacidad para emanar alegría cuando su equipo no da con la tecla deseada, el Real Madrid sabía que tenía entre sus manos un jugador de otras dimensiones, y como tal, debía cuidarlo.

Fue entonces cuando el Madrid, con la aprobación de Emilio Butragueño, director deportivo del club en ese entonces, decidió instalar en la casa del ‘7’ una cámara de hipoxia, cuyos efectos sobre el organismo del deportista son altamente beneficiosos ya que, entre otros atributos, eleva el nivel de glóbulos rojos y mejora la transferencia de oxígeno al músculo, lo que se traduce en una mejor optimización del rendimiento, retrasa el cansancio, disminuye el riesgo de lesiones y propicia una reducción en el tiempo de recuperación.

Este sistema imita una situación de entrenamiento en altura, lo que supone un empobrecimiento de la concentración de oxígeno en el aire durante las horas de sueño del deportista. Quizás, Raúl, como si se tratara de un experimento de la NASA para mejorar las condiciones de vida de los astronautas que por periodos de tiempo habitan el espacio, también podía desarrollar entre sueños, bajo los efectos de la cámara de hipoxia, nuevas estrategias para alargar los ciclos de éxito del Madrid y acelerar los del Barça, ciclos a los que ya están acostumbrados los aficionados a la liga española y que pareciera que el Barcelona quiere romper.

Sea como fuere, cuando el conjunto merengue puso en marcha su pionero experimento, a Raúl, después de una gran especulación en torno a si el aparato violaba los códigos de dopaje o no, la prensa le preguntó sobre la veracidad de esta noticia, a lo que el ‘Ángel de Madrid’ respondió de la siguiente manera.

“No es exactamente una habitación preparada especialmente. No tengo una cama especial, pero sí un aparato que me proporcionó el club hace dos años y medio”. Es decir, Raúl, hasta que se fue al Schalke –habría que averiguar si dentro de su mudanza también estaba el poderoso aparato-, llevaba durmiendo ¿junto a su mujer? al menos seis años como si viviera en uno de los picos de Europa.

El Real Madrid sabe cómo cuidar a sus jugadores emblema. Al menos intenta alargar su vida futbolista, aunque no es de conocimiento público saber si algún otro jugador merengue cuenta con una innovación similar en su domicilio. Lo cierto es que Raúl, con sus 34 años encima, se mantiene en unas condiciones envidiables, en gran medida gracias a su intachable entrega, a su incuestionable liderazgo, y finalmente, pero no menos importante, a su profesionalismo como jugador y persona, cualidades que en los vorágines círculos que rodean al fútbol (prensa, clubes, directivos y futbolistas), siempre han sido bien recibidos, más allá de que fue y será siempre un espejo madridista.

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