jueves, 3 de marzo de 2011

El hijo futbolista de Gadafi


Pareciera que son personajes de una película, que salieron de la imaginación de un director de cine, que son producto de un guión que ganó el Oscar, pero desafortunadamente no lo son. Hablamos de Gadafi y su familia, el dictador Libio que tiene en vilo a gran parte del planeta tierra y que ha atentado contra su propia población, que insiste en que es “el pueblo”, y no él, quien gobierna, que ha preferido perpetrarse en el poder en vez de dejar el cargo y salvar cientos de vidas humanas que piden su exilio después de más de 40 años en el gobierno.

Esta es la historia de uno de sus ocho hijos, Al-Saadi, quien invirtió gran parte de su fortuna y de sus influencias para convertirse en futbolista profesional. Su travesía por las alfombras verdes comenzó cuando decidió convertirse en presidente del club de la capital. Rápidamente compaginó su función directiva con la de jugador profesional. Se convirtió en el capitán del Al-Ahli de Trípoli. Era el año 2000. No era un jovenzuelo, tenía 27 años y había decidido, sin consultar a nadie, que tenía las cualidades de un mediocentro creativo.

No satisfecho con sus múltiples funciones alrededor del balompié libio, se hizo cargo de la Federación de Futbol de su país. Estando ahí, contrató por unos cuantos fajos de dinero a Maradona como asesor, a Carlos Bilardo como seleccionador y a Ben Johnson como preparador físico.

Esos fueron sus primeros pasos en el mundo de las patadas. Posteriormente, cambió de colores, fichó por el Al- Ittihadi hasta 2003. Obsesionado con el futbol, y con plena convicción de que su sueño ya no sólo consistía en ser futbolista profesional, sino que, al ver que sus arcas eran más productivas que sus piernas, y sus influencias más efectivas que su cintura, decidió convertirse en una estrella del Calcio y deleitar al público italiano en algún partido de Champions.

Y dicho y hecho. En 2003 el Perugia lo contrató por dos años. Ilusionado y con los tacos bien boleados, esperó su turno, sin embargo, el día que todo se había conjugado para que Saadi debutase, un tranvía llamado antidoping se le atravesó. Sin pisar el césped, el hijo favorito de Gadafi pasó por el control de dopaje, dio positivo por una sustancia llamada nandrolona que encontraron en su orina, y se quedó tres meses sancionado sin poder jugar.

En 2005 cambió de equipo y fichó por el Udinese. Ahí estuvo a punto de ver cumplido su objetivo, el de jugar un encuentro de Champions League, sin embargo, el entrenador discriminó los miles de euros que Saadi tenía un maletín y lo dejó en el banquillo. En tres campañas sólo jugó un partido.

Después llegó la oferta de la Sampdoria, un mítico de Italia que se aseguró con su fichaje una buena recompensa y no se vio en problemas con su afición, pues Saadi nunca debutó con el amor eterno de Génova.

Fue entonces cuando decidió ponerle punto y final a su historia como futbolista. A decir verdad, dicen los que saben, que sus cualidades como jugador eran escasas, sus piernas no le permitían mover el balón con facilidad, su cintura parecía de metal, su técnica era más parecida a la de una tabla de madera que a la de un tablero de ajedrez.

Sus encantos traspasaron la frontera de los trogloditas amantes del balompié, en 2012 se estrenará una película made in Hollywood con presupuesto que salió de su bolsillo. Hay que acentuar que también pagó 300 mil euros al Barça en abril de 2003 por un partido amistoso contra el equipo dirigido en ese entonces por Radomir Antic, e intentó engañar a la mafia italiana al no pagar un mes de cuenta de un hotel asegurando que creía haber liberado la cuenta antes de partir.

Foto: www.tribuneindia.com

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