viernes, 9 de septiembre de 2011

La víctima es Mourinho


Mourinho se siente perseguido como si fuese un delincuente pero sin haber cometido un crimen. Las cámaras le acechan con sus mil y un lentes, le quitan la respiración, le llenan los sueños de pesadillas, se infiltran en sus libretas y hacen públicos sus apuntes. Lo delatan cuando le pica el ojo a Vilanova y cuando pisa a Cesc por ‘accidente’.

El portugués aseguró recientemente –ayer mismo- que hay una campaña en su contra y no sabe por qué. Cree que se gestó en Barcelona y es sustentada por la UEFA, por la Liga, por el Comité arbitral y por el famoso Roures, como si se tratase de un thriller al más puro estilo Hoollywood en el que el gobierno norteamericano, FBI y Pentágono, ocultan la verdadera identidad de un esquizofrénico con tintes de genio que dirige los servicios de inteligencia por miedo a que se siembre el pánico en las calles.

Sus delirios de persecución en los que hasta su sombra se convierte candidata a la sospecha, le han llevado a convertir el Real Madrid en un búnker como el que tenía Gadafi en Libia. Valdebebas no tiene las puertas blindadas, pero el portugués ha dado la orden de no dejar entrar a familiares y amigos del primer equipo a los entrenamientos a pesar de que esa costumbre se acentúa desde sus orígenes.

El avión en el que viaja la plantilla del Real Madrid no tiene misiles ni ametralladoras como los de Muamar, pero Mourinho ha revisado las cuentas del conjunto blanco y ha decidido encarecer los traslados prohibiendo la entrada a su transporte aéreo a periodistas a pesar de que los informantes han sido parte de la tripulación desde que los merengues se desplazan en transportes con alas.

Y es que más allá de la campaña que ha ‘descubierto’ Mourinho, el portugués, que se encuentra en una permanente crisis nerviosa que le produce alucinaciones y demencia, ha decidido aislar a sus jugadores y empleados, incluyendo a Florentino, de todo aquél mal que amenace con destruir su objetivo de convertir la exigencia a sus jugadores en una obsesión para destronar al mejor Barcelona de todos los tiempos.

Mourinho no quiere infiltrados como si del departamento de inteligencia se tratase. Se ha obstinado en que sus jugadores no se salgan del guión que él mismo escribió. Quiere controlarlo todo y en ese todo se encuentra el silencio y la marginación. Y todo porque el ex del Chelsea e Inter no sabe quién le picó el ojo a Vilanova, de quién tomó el ejemplo Marcelo para propinarle esa patada a Cesc, quién le pegó al panal de abejas y quién sentó a Casillas en el banquillo por haber intentado sembrar la paz haciendo una llamada a sus homólogos del Barcelona. Demencia senil o inteligencia mal encaminada.

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