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“El futbol se ha convertido en objeto de la sociología, de la filosofía, hasta de la teoría económica. No se ve con claridad qué es lo que el ser humano busca en él. Todo lo que sucede alrededor del estadio es comentado por los sociólogos”.
Vladimir Dimitrijevic
Se avecinan tiempos violentos sin que las heridas hayan cicatrizado y sin que el circo haya abierto sus puertas al público. El verano sirvió para distraer con fichajes y fajos de dinero a las aficiones que apenas pudieron despejar sus mentes de aquellos Madrid-Barça y Barça-Madrid que desataron la locura en las gradas y en los medios.
Estamos subiendo las escaleras que cruzan el puente hacia la gloria. Madrid y Barcelona se vuelven a enfrentar en un plazo menor a una semana. Dicen que en el futbol sólo hay treguas cuando no se enfrentan dos acérrimos rivales. El problema viene cuando aún la locura está en boca de todos y todavía corre por las venas de los jugadores.
El Madrid ha acortado los plazos del éxito. Desde la llegada de Florentino, y a golpe de talonario, se ha propuesto romper el ciclo idílico que vive el Barcelona, contrarrestar una camada de pies pensantes que se resiste a morir a pesar de que el tiempo, y los ciclos, dicen que ya es tiempo de un cambio de estafeta.
Mourinho ha cocinado una exquisita tortilla de patatas a la portuguesa. No le falta sal, ni cebolla, y aunque las papas aún pecan de juventud, el sabor la hace inigualable. Coentrao le ha dado un toque especial. Es un jugador con mucha profundidad y con infinitas cualidades, lo que hace más peligroso y menos predecible al conjunto merengue.
Benzema despertó de un largo letargo. Pero justo a tiempo, en la segunda campaña de Mourinho como técnico, en la que los éxitos lo acompañan según dice su currículum. Para lograrlo, el portugués no ha descansado. A duras penas ha pegado la cabeza en la almohada pensando en cómo cambiar la estructura de un club que padece inestabilidad.
Y lo ha conseguido. Después de ver la pretemporada del Madrid, da la sensación de que finalmente las piezas del rompecabezas están unidas unas con otras. El engranaje es perfecto. Su mediocampo tiene tantas opciones como botones un control remoto. Y eso que Sahin y Altintop aún están entre algodones.
Mourinho todavía quiere un delantero, pero Higuaín recuerda al público que todos los años se dice lo mismo mientras él se alimenta de los rumores para ponerse a punto y darle al Madrid esos puntos que al final del campeonato siempre hacen la diferencia.
El Barça, a dieta
El Barça llega tarde al inicio del campeonato a pesar de la prisa de Pep, pero se escuda en la mentalidad de sus jugadores que tantos logros le ha dado. Asegura que cada año es más difícil debido a que con los éxitos se le van congelando las ideas para motivar a sus pupilos. Algo de cierto hay en las palabras de angustia que predica la boca del ‘Filósofo’.
Alexis llegó al conjunto culé para sembrar el nerviosismo. Pedro y Villa ya no disfrutan de esos masajes relajantes de los que gozaban cuando estaba Bojan. Ahora se los dará Messi, que agradece al Pep que le haya puesto un jugador eléctrico que distraiga un poco la atención de los defensores que lo atosigan. Menos marca y más espacio, debe de decir el argentino al apagar la luz de su habitación antes de dormir.
Aunque la paz de la que gozaron los blancos goleando en China y el sufrimiento que acompañó al Barça en su gira por Estados Unidos ha quedado atrás. La Supercopa de España está a la vuelta de la esquina y viene acompañada de ilusiones para uno y presiones para el otro.
La guerra de futbol
El problema radica en que no hace mucho tiempo, la confrontación de cuatro partidos entre Real Madrid y Barcelona en los que se jugaban gran parte de los títulos, rebasó los límites de la cordura, se trasladó hasta el parlamento, reavivó la ruptura social entre catalanes y madrileños, tensó, como si se tratara de una distensión de ligamentos de rodilla al borde de la rotura, las relaciones entre los internacionales españoles que hacía no mucho habían celebrado como amigos y compañeros el título Mundial con España en Sudáfrica.
Fueron cuatro partidos que acabaron destrozando la belleza del futbol. La importancia de la victoria era tal, había tantos intereses de por medio, que las ruedas de prensa, las declaraciones de uno y otro lado, parecían más unas declaraciones de guerra, que una invitación a comprobar la supremacía de un modelo futbolístico exitoso.
Y es que el futbol es irracional, no se puede intentar comprender una pasión si no es con las vísceras. El balompié ha desatado guerras, va de la mano con la historia. “Cuando el delantero centro del equipo hondureño, Roberto Cardona, metió en el último minuto el gol de la victoria, en El Salvador, una muchacha de dieciocho años, Amelia Bolaños, que estaba viendo el partido sentada frente al televisor, se levantó de un salto y corrió hacia su escritorio, en uno de cuyos cajones su padre guardaba una pistola. Se suicidó de un disparo en el corazón”.
Eso se puede leer en el libro de Ryszard Kapuscinsky “La guerra de futbol”, en el que cual narra cinco días de cruentas luchas y saqueos entre Honduras y El Salvador, cuyo aparente motivo fueron una serie de partidos de futbol entre ambos países que buscaban clasificarse para la Copa del Mundo que se llevaría a cabo en México en 1970.
Pero también, Juan Villoro, en su libro “Dios es redondo” nos lleva al canibalismo que en ocasiones mata la fiesta del balompié. “”El mundo del futbol permitió que algunos porristas actuaran como piratas de la era industrial hasta 1985, cuando los hooligans del Liverpool asesinaron a 39 seguidores del Juventus”. Se avecinan tiempos difíciles cuando el circo aún no ha abierto las puertas al público.
Foto: www.adslzone.tv
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